Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso – reveló - . Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no pueden mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Ains, me encanta la alegoría de las personas como estrellas, y ya sabes, nos toca ser las últimas estrellas de las que habla ^^
ResponderEliminarQué tal las vacaciones?
muá