Yo quiero vivir en un mundo sin
excomulgados. No excomulgaré a nadie. No le diría mañana a ese sacerdote: “No
puede usted bautizar a nadie porque es anticomunista”. No le diría al otro: “No
publicaré su poema, su creación porque usted es anticomunista”. Quiero vivir en
un mundo en que los seres sean solamente humanos, sin más títulos que ése, sin
darse en la cabeza con una regla, con una palabra, con una etiqueta. Quiero que
se pueda entrar a todas las iglesias, a todas las imprentas. Quiero que no
esperen a nadie nunca más a la puerta de la alcaldía para detenerlo y
expulsarlo. Quiero que todos entren y salgan del Palacio Municipal, sonrientes.
No quiero que nadie escape en góndola, que nadie sea perseguido en motocicleta.
Quiero que la gran mayoría, la única mayoría, todos, puedan hablar, leer,
escuchar, florecer. No entendí nunca la lucha sino para que ésta termine. No entendí
nunca el rigor sino para que el rigor no exista. He tomado un camino porque
creo que ese camino nos lleva a todos a esa amabilidad duradera. Lucho por esa
bondad ubicua, extensa, inexhaustible. De tantos encuentros entre mi poesía y
la policía, de todos estos episodios y de otros que no contaré por repetidos, y
de otros a mi no me pasaron, sino a muchos que ya no podrán contarlo, me queda
sin embargo una fe absoluta en el destino humano, una convicción cada vez más
consciente de que nos acercamos a una gran ternura. Escribo conociendo que
sobre nuestras cabezas, sobre todas las cabezas, existe el peligro de la bomba,
de la catástrofe nuclear que no dejaría a nadie ni nada sobre la tierra. Pues bien,
esto no altera mi esperanza. En este minuto crítico, en este parpadeo de
agonía, sabemos que entrará la luz definitiva por los ojos entreabiertos. Nos entenderemos
todos. Progresaremos juntos. Y esta esperanza es irrevocable.
hermosas palabras de un gran poeta, me fascina su estilo y su forma de expresarse. Este libro es fantástico y buen fragmento el que elegiste.
ResponderEliminarsaludos.