Despertó solo, unos segundos antes del terremoto. Abrió los ojos y al instante el pequeño reloj comenzó a estremecerse, igual que los cuadros de la pared. Pensó que aún estaba cansado, que el sueño no le había valido la pena, pero el movimiento duró demasiado rato, como un combate de boxeo. ¿Lo sentiste?, decía escueto un primer mensaje en el móvil. Y ahí cayó en la cuenta: estaba despierto y todo a su alrededor no dejaba de moverse desde que decidiste no decir nada; seguía siendo el saco donde todos antes o después golpean. Era como si las piezas de su rompecabezas no quisiesen colocarse, encajar de una vez por todas, y siguiesen haciendo de las suyas. Ya no recordaba lo que era estar tranquilo, sin que nada pasase, sólo las horas tumbado en una hamaca a tu lado bajo una sombrilla de rayas azules y blancas. Después el teléfono dejó de sonar y las grietas volvieron a su sitio. No hubo grandes desperfectos que lamentar, aunque ahora estaba un poco más triste y cansado. ¿Lo sentiste? Sí y el corazón se me partió en dos.
P/D: Este hermoso texto pertenece a un amigo escritor (Ce Castro) que tengo por España, espero les guste tanto como a mi...
No hay comentarios:
Publicar un comentario